Reglas: el político fija las regla para determinada variable (gasto público, tipo de cambio, etcétera) y luego se encarga de manejarse dentro de la regla.
Discreción: no existe una norma para resolver las distintas situaciones que se le presentan al político (subida de salarios, poner una cuota a las importaciones, etcétera).
Decidir qué forma de hacer política económica es mejor va a depender de la situación en que nos encontremos. Las reglas no siempre son mejores. Ejemplo de esto fue lo que pasó con el Régimen de Convertibilidad (regla de política monetaria), que llegado el año 2002 fue dejado de lado –dentro de una crisis de gobernabilidad– y gracias a Dios hoy estamos donde estamos. Algo a tener en cuenta es que no hay receta, pero conviene que a mayor incertidumbre usar más reglas (es decir dejar menos variables libradas al manejo de los funcionarios de turno).
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